martes, 2 de febrero de 2010

Una reflexión epistémica y metodológica sobre la investigaciónen en Ciencias Sociales. (2003)


I. Introducción. La pasión por el conocimiento

Toda introducción tiene algo de espontánea y casual. A inicios de la década de los setenta, un familiar nos mostró una carta fechada en Santiago de Chile de un pariente común, científico y filósofo. En ella, utilizando un esquema muy primitivo del llamado plano inclinado de Galileo, él exponía con toda seriedad y sin manifestar ninguna duda, que había encontrado un error en las ecuaciones relativistas de Einstein/ Lorentz. Obviamente y de manera inmediata comprendimos la gravedad del problema; en el fragor de la lucha política que había vivido nuestro país en esos diez últimos y difíciles años, el Chile socialista de Allende permitía en ese momento, un adecuado reposo para superar los fantasmas de una etapa convulsa y aguerrida en la cual, de alguna u otra forma, todos habíamos estado involucrados. Afortunadamente un poco más tarde en 1971, se pudo superar. Sin llegar al extremo antes comentado, consideramos que todo científico que verdaderamente haya vivido con pasión la búsqueda del conocimiento, en algún momento de su vida ha tenido pretensiones equivalentes. En aquel preciso momento, yo mismo no hubiese podido decir “de esta agua no beberé”, ya que desde 1968 -de manera consciente y prudente- me resistía a aceptar las demostraciones formales del Teorema de Cantor relativo al cardinal transfinito del Conjunto Potencia de los números naturales. Quería comprender el fondo del problema sin la necesidad de apoyarme en la simple y fría demostración lógica del teorema; por ello trataba inútilmente, de encontrar formas posibles de ordenar el conjunto. Fue sólo en 1972, cuando en Madrid leía el prólogo de una obra de Dieudonné (1966), gran didacta de las matemáticas francesas, que pude entender con toda claridad la validez de esa pretensión por lograr la intuición de lo abstracto. Allí se decía: “El lector se dará cuenta inmediatamente, de que en todas partes se ha puesto de relieve el aspecto conceptual de cada noción, en vez de presentar su aspecto algorítmico, es decir como un ente de cálculo que era el principal objetivo del Análisis clásico”. Esta reflexión de Dieudonné nos motivó rápidamente a reconsiderar la posición adversa que habían mantenido algunos filósofos sobre el Operacionalismo, donde válidamente cuestionaban su aspecto formal, propio de una corriente epistemológica dentro de la Filosofía de la Ciencia. Consecuentemente, decidimos explorar y enfatizar en su vertiente empírica. Una versión resumida de estas críticas puede verse en Martínez (1981), y de manera general en Hempel (1966).

Desde 1960, habíamos tomado contacto con las primeras nociones del Operacionalismo. Ullmo (1959), en su capítulo introductorio explicaba con toda claridad el concepto. Fue afortunado este inicio con Ullmo, que era filósofo, y no con los sobrios planteamientos de Bridgman (1927), que era físico. Entre 1960 y 1985 la marcada influencia del Materialismo Histórico en las Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales, obstaculizó el estudio del Operacionalismo, ya que este se asociaba con el Positivismo, considerado como el producto científico emblemático del Capitalismo Moderno. A partir de 1985, las discusiones sobre las Teorías Criticas de Habermas, Lyotard y otros autores postmodernos, han ocupado ese viejo espacio y los científicos sociales que antes discutían sobre marxismo hoy se concentran en estos autores.

Tomando como punto de partida una conjunción entre Operacionalismo y Epistémica, vamos a desarrollar una reflexión sobre aspectos que consideramos importantes en la investigación en Ciencias Sociales, especialmente relacionados con la generación de los conceptos y la búsqueda de validez y confiabilidad en los constructos que a partir de esos conceptos se estructuran como tales en objetos científicos. Se continúa con la consideración de diferentes aspectos metodológicos y las formas y modalidades que asumen los productos que se generan en la investigación. Finalmente, a diferencia de las investigaciones que llamaremos operacionales, se hace explícito lo complejo que resulta realizar una evaluación objetiva en los productos que hemos denominado Ensayos Epistémicos.

Dentro de las polaridades que serán reseñadas, especialmente en los aspectos metodológicos, es importante entonces destacar que hacia el extremo objetivista y en cierta manera cuantitativo, se enfatiza en los soportes epistémicos que en este caso son ofrecidos ventajosamente por el Operacionalismo y en especial por la interpretación diacrónica que en esta oportunidad haremos del mismo. Esta interpretación diacrónica podría ser considerada como una contribución relevante de este ensayo. Por último, más que conclusiones, es el desarrollo mismo de ideas y las vivencias asociadas, lo que de manera continua constituye un conjunto fluido de resultados y posibilidades para avanzar hacia exploraciones cada vez más atractivas en la construcción y determinación del objeto epistémico, vía operaciones primarias, previas a los procedimientos formales de medición.


II. Operacionalismo: Concepto, Origen, Posibilidades

El Operacionalismo, entendido de manera general, describe y explicita el papel determinante de los procedimientos de medición como generadores y soportes para la definición de los conceptos científicos. El término como tal se debe originalmente a Bridgman (1927), quien lo utilizó al analizar los descubrimientos realizados por Einstein en 1905. Éste y todos sus comentaristas posteriores, focalizaron su atención principalmente en el proceso fáctico y final de la medición de los nuevos conceptos y no en el significado epistémico de lo novedoso del proceso para generarlos y construirlos. Cuando Bridgman, para facilitar la explicación, a manera de ejemplo traslada su propuesta al análisis de las formas cotidianas de medir la longitud, confunde de manera radical a los filósofos, quienes inmediatamente se convierten en sus más acérrimos críticos, ya que el autor sólo describe de manera sincrónica y aparentemente ingenua, las operaciones finales de este proceso de medición. En ese momento no se dio mayor importancia en el análisis, a la existencia de algunas operaciones que habían sido utilizadas en las mediciones primitivas de tiempo y espacio, que hoy ya han desaparecido y de las que sólo restarían indicios y rudimentos históricos, pero que durante miles de años se fueron conformando diacrónica e iterativamente, para la construcción objetual de un concepto previo, necesario para posteriormente medir dimensionalmente la longitud. El Operacionalismo, entendido desde esta nueva perspectiva de carácter empírico y diacrónico, estará relacionado al concepto más familiar de Confiabilidad. A partir de este logro, se puede avanzar hacia la consideración del Constructo que es la forma sofisticada y epistémica como se intentaría expresar la Validez.

En estos momentos iniciales del siglo XXI, si los filósofos le diesen una nueva y distinta lectura al Operacionalismo, en el sentido de entenderlo en su función primigenia de la construcción objetual / dimensional del concepto, más que la medición en sí misma, tomada como el soporte explícito de la llamada Definición Operacional, entonces, la muy cuestionada afirmación de Bridgman de que “el concepto es sinónimo con el correspondiente conjunto de operaciones”, vista ahora desde esta perspectiva diacrónica, pudiese ser perfectamente comprendida y aceptada. No nos queda ninguna duda de que esa era la intención original del autor, aunque en ese momento no lo haya podido expresar con toda claridad, ya que la fase final de la medición, sólo recoge los aspectos fenoménicos que restan y permanecen de todo ese complejo proceso iterativo, analógicamente como si se tratase de una entidad orgánica que evoluciona y se desarrolla según el moderno concepto de Teleonomía, que en Biología ha presentado Monod (1970).


III. Operacionalismo y Epistémica

Utilizaremos el término Epistémica diferenciándolo del más tradicional de Epistemología. Siguiendo a Norwood Russell Hanson (1977), con el término Epistémica nos estamos orientando más hacia el contexto del descubrimiento, en oposición al contexto de la justificación. Aún más, en lugar del contexto del descubrimiento, deberíamos decir que la Epistémica, por la construcción iterativa Sujeto/ Objeto, trata de la heurística del descubrimiento. En ese sentido, Lakatos (1983), citado por Maldonado (1994), expresa que la epistemología no se estudia sino que se ejerce, especialmente por los propios investigadores. Dice Maldonado, que los problemas que un investigador confronta en su labor específica como tal, se constituyen en planteamientos epistemológicos en razón de que los científicos se ven obligados a pensar como epistemólogos. La semántica, en un nivel cognoscitivo más consciente, similar a los mitos como reflejo del inconsciente colectivo, recoge esta diferencia cuando hace uso de la expresión: “Filosofía de la Ciencia” y no de “Filosofía de la Investigación”. De igual manera, es de uso común la expresión de “Metodología de la Investigación”, en oposición a “Metodología de la Ciencia”.

Hanson, en referencia a la díada Sujeto / Objeto establece una diferencia entre dos aspectos: observación por una parte y hechos por la otra, donde la discusión de esta diferencia constituye una de las partes más relevantes de su trabajo, siendo un tema epistémico de mayor importancia justo al inicio del proceso de la construcción del conocimiento. En la medida en la cual repitamos una observación y acumulemos un acervo cognoscitivo, como sujeto epistémico nos estaremos moviendo entre la observación y los hechos, hasta llegar a un límite en el cual pretendemos que el hecho sea invariable respecto al contexto. Hanson explica que la frase «el sol es redondo» es un hecho que es invariable respecto del contexto. Esta afirmación de Hanson la podemos relacionar con lo propuesto por Bridgman (1927), quien establece que un Objeto tendrá una propiedad absoluta, si la magnitud numérica de tal propiedad, al ser determinada mediante el mismo procedimiento operacional por un observador cualquiera, se mantiene constante. Si aceptamos fluctuaciones acotadas y pensamos estadísticamente, se nos hará presente el moderno concepto de confiabilidad de las mediciones.

Adquiere una mayor significación esta precisión al considerar la diferencia en cuanto a madurez entre las Ciencias Naturales y las Ciencias Sociales; ello implica que las Ciencias Naturales ya han recorrido un largo camino en la conformación, delimitación y medición de su objeto y por esto el mayor esfuerzo de la Epistemología / Filosofía de la Ciencia se ha centrado en la consideración de los aspectos que de una manera global se han titulado como contexto de la justificación. En las Ciencias Sociales, desde la antigüedad hasta mediados del siglo XIX, sólo se utilizaron conceptos originados subjetualmente y que al máximo, se intentaría salir de esta matriz mediante una confrontación filosófica o semántica de carácter intersubjetual. Es sólo a comienzos del Siglo XX, al utilizar instrumentos en cierta manera externos al juicio del científico, ejemplo la frase que desde 1905 es atribuida a Binet “Inteligencia es lo que miden mis tests”, cuando se entra en la búsqueda de la objetividad operacional en la definición de los conceptos de las Ciencias Sociales. Por razones de madurez, es en este desarrollo de las Ciencias Sociales, que a diferencia de las Ciencias Naturales, adquiere relevancia como hecho fenoménico los procesos de medición, porque subyacentemente a estos procesos, lo que realmente se intenta es una captura e identificación más precisa de los conceptos científicos a utilizarse en estas disciplinas.

La construcción y búsqueda de esta delimitación, que centra nuevamente el problema en la conformación Sujeto /Objeto, más que en el procedimiento final de la medición, es lo que constituye la visión diacrónica de lo que significará el Operacionalismo para el futuro. Citado por Lorenz (1977), Bridgman (1958), treinta años más tarde había escrito: “El objeto del conocimiento y el instrumento de conocimiento no pueden ser legítimamente separados, por lo contrario deben ser tomados como una totalidad”. En ese sentido, recientemente Capra (1998), comentando la llamada Teoría de Santiago sobre la cognición de Maturana y Valera (1987), y utilizando en lugar de Objeto y Sujeto sus propios términos -Mundo y Organismo-, expresa que para estos dos autores, el conocimiento no es una representación de un mundo independiente y predeterminado, sino más bien el “alumbramiento” de un mundo. Por tanto, ese conocimiento será dependiente de la propia y cambiante estructura del organismo, que sólo mantiene invariable su patrón de organización. El organismo no sólo especificará los cambios estructurales que puede percibir y que por tanto lo pueda afectar, sino también cuáles perturbaciones del medio desencadenarán sus propios cambios estructurales. “El sistema permanece autónomo; el medio sólo desencadena los cambios estructurales, no los especifica ni dirige” (Capra, 1998). Podríamos decir que sólo cuando la ciencia adquiera madurez, heurísticamente será posible apreciar la díada Sujeto / Objeto como separados, ello con el propósito de buscar una mayor objetividad y confiabilidad en definiciones y mediciones.

La complejidad epistémica que en los términos coherentes y compatibles de los diversos autores mencionados, hemos tratado de describir y explicitar, fue originalmente planteada dentro de la Biología por Jacques Monod (1970), quien al admitir el postulado de la objetividad como la piedra angular del acelerado crecimiento científico de los últimos trescientos años, expresaba que esa misma objetividad también nos obliga a reconocer el carácter teleonómico de los seres vivos. En términos de Capra, “El sistema permanece autónomo”, con el mismo sentido de los conceptos básicos de Autopoiesis y Cognición propuestos por Maturana y Valera (1980). Dice Monod: “Hay pues allí, al menos en apariencia, una contradicción epistemológica profunda”, y concluye estableciendo que en el futuro, el problema central de la biología será o de explicar y resolver la contradicción, o de admitirla como insoluble.

IV. Las formas del conocimiento. Ciencias Naturales y Ciencias Sociales

Por la naturaleza, complejidad y estabilidad de los fenómenos estudiados en cada disciplina, la construcción del conocimiento puede ser representada metafóricamente de distintas maneras. En Física y Química se puede representar por una Torre: -Fuerte, sólida, cada vez más alta-. En Biología, Ecología y Medicina esta representación se concretaría mediante un frondoso Árbol -Una Sequoia y/o un Cedro-. En Psicología y Educación, en cuanto a la medición de las aptitudes, logros y rendimiento, se aproxima a un pertinaz Tamarindo -Flexible, resistente y azotado por el viento-. En el resto de las Ciencias Sociales, en más o en menos, la representación se corresponderá con una Fiesta Parroquial; con una gran variedad de fuegos artificiales, cohetes de existencia efímera, que rasgan la noche, estallan y se despliegan en mil formas y colores.

Siendo arrastrado por el modelo -sobre la base de lo propuesto por Bridgman en la conceptualización de las definiciones operacionales- es posible afirmar que en Física y Química la torre es única y a diferencia de la bíblica, todos los constructores hablan básicamente el mismo idioma. En Biología, Ecología y Medicina se cultivan unos pocos grandes árboles y los forestales se comunican adecuadamente entre ellos. En las Ciencias Sociales, cada investigador habla su propio idioma, con todo su derecho, ignora a su vecino y lanza en la noche su pequeño gran cohete multicolor. Ello es así porque en Ciencias Sociales, todo proceso de medida es en principio, una definición operacional y será un lento proceso de maduración lo que pueda llevarnos hasta la colectiva y convencional determinación de constructos, diferentes lógicamente a los que de manera secular e histórica, aparentemente cuasi espontánea, se han establecido en las Ciencias Naturales.

En las Ciencias Sociales, la estabilización de las definiciones operacionales avanza muy lentamente y aún no se han inventado o desarrollado definiciones operacionales para la semántica de los conceptos. En este camino, en algún momento se hará énfasis en la necesaria búsqueda de la confiabilidad, pero nótese que este es un problema casi exclusivo de las Ciencias Sociales. En Física, Química y Biología basta con la Teoría de los Errores y en la Medicina -con sus Variables Dependientes perfectamente identificables y medibles- es suficiente para su avance el Diseño Experimental. [Ciegos, Doble Ciegos y hasta Triple Ciegos]. Cuando algún joven investigador nos ha solicitado alguna clave, se le ha sugerido que procure alcanzar la confiabilidad en sus mediciones, ya que la validez le será dada por añadidura.

En ese sentido hemos mantenido la idea, que en el desarrollo de los procesos de medición en Ciencias Sociales se ha avanzado de manera continua, desde la caracterización de las escalas del nivel nominal, pasando por las escalas ordinales hasta alcanzar en algunos casos las escalas del nivel métrico. Se entiende por nivel métrico un tratamiento cuantitativo propio de las escalas de Intervalo, Razón y Absoluta. Siguiendo esta idea y tratando de orientarnos epistémicamente según la construcción de la díada Sujeto / Objeto, se ha propuesto que dentro de las escalas del nivel nominal se expliciten dos tipos; las ya tradicionales Escalas Clasificatorias, donde en el conjunto de los objetos empíricos se puede determinar una Relación de Equivalencia con plenitud de sus tres propiedades: Reflexividad, Simetría y Transitividad, y la escala Nominal Simple, tomada como un límite de la Escala Clasificatoria, que intencionalmente habremos de denominar como Escala Objetual, donde la existencia de una Relación de Identidad, como caso límite, sólo mantendrá la propiedad de Reflexividad, ello implica que en el Producto Cartesiano correspondiente, se particulariza como subconjunto únicamente la diagonal principal. Una vez medidos los aspectos empíricos variables mediante escalas con alta confiabilidad, podemos asegurar que, independientemente del nombre -reflejo conceptual- que se le haya podido dar a la variable, como constructo algo se estará midiendo, y que la validez se dará cuando aparezcan asociaciones y/o correlaciones con otras variables y sea posible proponer un modelo teórico que explique razonablemente esa estructura.

En el desarrollo del conocimiento científico podemos simplificar y establecer tres grandes fases: (a) Descriptiva, (b) Predictiva, (c) Experimental. Las Ciencias Naturales han alcanzado de manera completa la fase Experimental, las Ciencias Sociales en cambio se sitúan entre la fase Descriptiva y la fase Predictiva. En cada fase, e independientemente del tipo de método y/o técnica que se haya utilizado, siempre se podrá alcanzar algún producto y es a partir del análisis de la bondad de ese producto, que se dará la posibilidad de establecer y confirmar si el método utilizado, puede ser considerado como científico o no. Para la fase descriptiva se tendrá la objetividad de las observaciones y la confiabilidad de las mediciones. Para la fase predictiva, la bondad de los pronósticos expresada mediante un coeficiente de asociación y/o correlación, y para la fase experimental, la postulación y validación de leyes causales.

Desde 1961 hemos reflexionado sobre el problema de la similitud / unidad entre Ciencias Naturales y Ciencias Sociales. Nuestra posición actual ha profundizado las tendencias iniciales. Ellas han sido (a) Ignorar una mítica unidad ontológica; (b) Dudar de la pertinencia y necesidad de la unificación metodológica, encarnada en el llamado Método Hipotético Deductivo Experimental; (c) Promover en las Ciencias Sociales lo que es usual en las Ciencias Naturales, una construcción objetual / dimensional del concepto, vía un Operacionalismo que acepte una raíz fuertemente empírica; (d) Construir escalas de medición; (e) Buscar y postular relaciones teóricas entre variables previamente medidas; (f) Estimar asociaciones y correlaciones; (g) Avanzar hacia explicaciones globales que se relacionen con entidades teóricas.

Las Ciencias Naturales son diferentes a las Ciencias Sociales; esta diferencia se expresa de múltiples maneras, pero especialmente en su desarrollo epistémico y metodológico, (Niaz, 1997). En Disciplinas Formales y en las Ciencias Naturales, una vez que ha sido planteado un problema, un científico con el conocimiento sustantivo de su disciplina -teniendo la seguridad que se genera en el hecho de que efectivamente se posee esa competencia-, puede alcanzar una solución. Adicionalmente a la solución, se puede tener una total certeza que esa solución o es única o es óptima o se puede conocer un grado probabilístico de bondad. Al contrario en Ciencias Sociales, frente a un problema planteado, será muy complejo determinar si la solución propuesta es única o es óptima o determinar su grado probabilístico de bondad, generándose por esta diferencia, distintos tipos de vivencialidad del conocimiento disciplinario. Si el egresado de una carrera o disciplina social no ha tenido un trato íntimo y profundo en disciplinas con un soporte formal, lógico y cuantitativo como Matemática, Estadística, Gramática, Lingüística o Derecho, entonces le será complicado valorar en forma robusta la existencia del conocimiento social y por ello le será dificultoso poseer la convicción sobre una aproximación verosímil a la solución de los problemas, ya que en el ámbito social, la problemática es muy variada y no se repite exactamente en similares condiciones, como sucede en las Ciencias Naturales.


V. Informes Técnicos y Monografías Científicas

Especialmente en Ciencias Naturales, el investigador presenta sus resultados mediante un Protocolo, en la mayoría de los casos utilizando esquemas metodológicos lineales, rígidos y formales. Este tipo de producto usualmente se denomina Informe Técnico. En Ciencias Sociales, combinando libremente operacionalismo con semántica y aportando un mayor contenido epistémico y filosófico, el producto generado usualmente se denomina Monografía Científica. El proceso de argumentación en un Informe Técnico se aproxima en su estructura a un Algoritmo, y su contenido se asimila en un conocimiento sincrónicamente operacionalizado. En una Monografía Científica, el proceso de argumentación se aproxima en su estructura a un Heurismo, y su contenido se asimila en un conocimiento diacrónicamente interpretado.

En la categoría de los Informes Técnicos vamos a privilegiar la modalidad que con un enfoque rigurosamente empírico, denominaremos como Investigaciones Operacionales. Este producto se relacionaría principalmente con el proceso de medición. Como fase final, una vez que se tienen dos fenómenos y/o variables, confiablemente observadas y/o medidas, es casi automático mediante diversas técnicas estadísticas, obtener una correlación entre ellas. Este resultado, aún sin una mayor necesidad de interpretación y explicación, puede constituir un excelente trabajo de investigación; ello dependerá del mérito y originalidad que signifique haber logrado medir las variables o de la calidad y pertinencia de la Muestra y/o Universo estudiado, que permitan una mayor generalización.

En Ciencias Sociales, se piensa equivocadamente que cualquier conjunto de ítemes con una cierta validez interna, o unas escalas denominadas Likert -con una cierta consistencia interna pero sin la comprobación de su estabilidad temporal- ya de por sí, constituyen una buena medición, y que lo relevante por tanto será insistir en interpretar y teorizar sobre los resultados que se obtengan con esos instrumentos, que casi siempre son aplicados sobre muestras de dudosa representatividad. (Millán, 1998); (Ruiz Bolívar, 1988). Por lo contrario, consideramos que en la etapa en la cual se encuentra actualmente el desarrollo de las Ciencias Sociales, lo más importante sería, primero detectar los fenómenos, luego señalarlos, identificarlos y caracterizarlos operacionalmente como conceptos y posteriormente transformarlos en constructos científicos al medirlos confiablemente, (Ullmo, 1959). Usualmente no se discrimina con claridad la diferencia entre las dos argumentaciones antes expuestas, y de manera simplista se ve con recelo, y en muchos casos con rechazo, cualquier trabajo de investigación que sólo presente variables bien medidas, generándose en consecuencia, que se hipostasia la función de los Marcos Teóricos, de tal manera que de ser simples apoyos operacionales pertinentes, se transforman a posteriori en axiomas validadores de explicaciones y conclusiones.

En la categoría de las Monografías Científicas vamos a destacar el producto que denomino como Ensayo Epistémico. Este tipo de producto nos resulta mucho más difícil de conceptualizar que el ya familiar Informe Técnico. Comenzaremos por recordar una frase del filósofo Juan David García Bacca (1965), quien en referencia a las pretensiones formalizadoras de un grupo de jóvenes planificadores, dijo ya hace bastante tiempo: “Los fines no son axiomas, de los cuales puedan derivarse los objetivos, como si fuesen teoremas”. Un Ensayo Epistémico parte, o de una evidencia operacional bien lograda, o de un concepto provisionalmente aceptado por la convención intersubjetiva de expertos y/o pares consagrados. A partir de este punto de inicio, se tratará de navegar -“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”- en un espacio multidireccional hacia ideas, nociones o conceptos que intuitivamente se sientan como relevantes. En este contexto tiene sentido comentar la ponencia de Hopenhayn (1996) en el seminario titulado “La Planificación del Futuro o El Futuro de la Planificación”; donde expresa que se avanzaría en la frontera de la planificación, proponiendo -al igual que los místicos españoles- nombres y denominaciones para conceptos, entes y procesos que apenas comienzan a vislumbrarse en la actualidad, y donde se justifica válidamente el pudor intelectual, de no intentar definiciones analíticas más precisas, hasta que no se hayan desarrollado apoyos teóricos suficientes, ni encontrado evidencias empíricas sólidas.

A diferencia de una Investigación Operacional, en la cual parecería que se mantiene internamente un orden lineal, por el contrario, en el caso del Ensayo Epistémico será el propio científico quien, entre la multiplicidad de atracciones que lo seducen, con su inteligencia y capacidad, va imponiendo orden y estructura en la diversidad de la información disponible, asegurándose con un razonamiento heurístico, el ir concordando coherentemente con los puntos iniciales de partida. Un Ensayo Epistémico bien logrado se corresponderá a posteriori, -es decir una vez terminado-, con el rubro más familiar de la argumentación de un punto de vista. Por ello la conceptualización y lógica de ese razonamiento, aparece soportada fundamentalmente en el significado que el científico le otorga a los diferentes contenidos del discurso propuesto.


VI. Evaluación de la Investigación: Originalidad. Méritos. Aportes

Usualmente para evaluar un trabajo de investigación, se pueden considerar tres aspectos básicos: a) Originalidad Conceptual, b) Méritos Metodológicos, c) Aportes Relevantes. Estos aspectos deberán ser evaluados de manera diferente, si se trata de un Informe Técnico o si se trata de una Monografía Científica. Un impecable Informe Técnico puede ser analógicamente equivalente a “Las Meninas” de Velásquez, en cambio una brillante Monografía Científica -en ese mismo sentido- sería comparable con “El Jardín de las Delicias” del Bosco. Esta diferencia debería ser, en todo momento, observada y respetada.

La Investigación Operacional es objetivamente evaluable. Para una mayor precisión, vamos a diferenciar entre la Investigación Metodológica Operacional y la Investigación Descriptiva Operacional. La primera es en principio más relevante y original, ya que consiste precisamente en la proposición de un procedimiento o fórmula coherente para realizar directamente una Medición Atributiva o la construcción de un instrumento de medición confiable y válido -validez interna- para una Medición Sustantiva. La segunda, se refiere a la descripción de las relaciones entre variables conocidas en Muestras y/o Universos nuevos y/o diferentes, donde, además de su importancia descriptiva, puede adicionalmente constituir un aporte relevante de carácter epistémico, si se contribuye a establecer la validez de constructo de las definiciones operacionales que representan las variables utilizadas.

En el otro extremo, con relación a la evaluación de los Ensayos Epistémicos, es posible, para un evaluador experto, diferenciar entre los distintos aspectos involucrados. Primero y principal, debe establecer razonablemente la originalidad de los conceptos propuestos y posteriormente pasar a establecer si adicionalmente puede considerarse si presenta o no, un aporte relevante; dependerá del punto o fulcro operacional, en el cual se apoyen los conceptos. De manera análoga, así como en una Investigación Descriptiva Operacional, el valor del coeficiente de correlación y/o el correspondiente nivel de significación, es el principal elemento para juzgar la existencia de un aporte, en el caso de un Ensayo Epistémico, se descansará en la manera como se evalúe la relación establecida entre los conceptos. Como se trata de conceptos nuevos y/u originales, será el criterio subjetual del evaluador, el patrón para valorar la contribución de los indicios operacionales y/o semánticos que se ofrezcan. Dada la mayor porosidad de los Ensayos Epistémicos frente a los Informes Técnicos, cuando estos últimos se toman como arquetipos, es usual la perversión que significa dar más importancia en la evaluación, a las formas de presentación metodológica que a la originalidad conceptual y a la relevancia de los aportes alcanzados.


VII. Subjetividad y Subjetualidad en la Evaluación de los Ensayos Epistémicos

La evaluación del trabajo científico y de investigación es diferente a la apreciación del arte y la literatura. En la valoración de la expresión artística, en general se acepta sin ningún problema, la validez de una gran dosis de subjetividad. Consideramos que, entre otros, Boticcelli, Poleo y López Méndez son grandes pintores; puedo deleitarme en la contemplación de la belleza de sus cuadros, ello en comparación con la creación artística de Picasso, Botero o Duchamp, considerados como figuras señeras en el siglo XX. En música, podría oponerse en igualdad de méritos a Tchaikovski, Albéniz y Falla con Schönberg, Stravinski y Shostakovich. En literatura, frente a Stephan Dédalus y a Rayuela, situaremos a Santos Luzardo y El Gatopardo. En la evaluación de los productos y logros científicos se presenta una mayor objetividad, aunque ello no constituya un bloque monolítico. En la medida en la cual vamos de una Investigación Operacional hacia un Ensayo Epistémico, la comunicación va adquiriendo varianza y se va perdiendo la precisión conceptual del significado, hecho que aumenta la posibilidad de la influencia del juicio subjetivo y subjetual en la evaluación.

En la evaluación de las Monografías Científicas y más acentuadamente para los Ensayos Epistémicos, lo subjetivo y lo subjetual tienen múltiples formas de manifestarse. Moviéndonos de lo subjetivo hacia lo subjetual, situaremos en primer lugar, al Efecto Simpatía; éste se basa por ejemplo, en la popular conseja de que un científico es un personaje humilde, honesto y de gran modestia, por ello sus trabajos pueden ser aceptados sin mayor cuestionamiento. En segundo lugar encontramos al Efecto Halo, bien conocido y estudiado por psicólogos y sociólogos. Al final tendremos el Efecto Empatía; dado el tema, el estilo y el enfoque metodológico utilizado, un evaluador desarrollará una mayor aceptación por los temas de moda y los estilos familiares, en oposición a lo que le resulte extraño y poco ortodoxo.


VIII. Coda

A diferencia de lo que sucede con las Investigaciones Operacionales que tienen un carácter acumulativo, el construir los Ensayos Epistémicos representa un gran esfuerzo; por la levedad del razonamiento, lo evasivo de los conceptos y lo complejo que se presenta su captura semántica, parece y se siente doloroso. Como en el mito griego, subir la roca hasta la cima y saber que inexorablemente el tiempo histórico le hará caer, supone un ejercicio de voluntad y resistencia. Es en esta soberbia e íntima soledad -la misma que ha galvanizado a místicos, artistas y creadores-, el crisol donde se fragua el temple del científico, no tanto como un reto frente a la alteridad, sino como una implosión necesaria de la mismidad.

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