martes, 2 de febrero de 2010

IMPOSTURAS TELEONÓMICAS. (07/2001)

Cuando en el último día del génesis la divinidad crea la figura humana, para ese momento ya había intervenido epistémicamente en el mundo, porque previamente habían sido creados los objetos del conocimiento. Ontológicamente, el Sujeto y el Objeto surgen de una sola vez en su versión final, terminada y separada, de manera contraria a otra creencia, que en ese sentido es actualmente favorecida por la Ciencia Moderna. Inicialmente se trataría de una sola entidad, que posteriormente, a partir de la explosión del universo hace aproximadamente 15 millardos de años, se ha venido conformado iterativamente, hasta llegar a ser en algunos ámbitos, dos entidades distinguibles. En ambos casos se posibilita al máximo la condición fundante de la objetividad en la ciencia. Nótese que, apartándonos de la semántica, en estricta paridad y simetría podría haberse utilizado el termino de Subjetividad / Subjetualidad.
El recuento anterior ejemplifica perfectamente los dos conceptos de Teleología y Teleonomía. En el primero, una voluntad preexistente intencionalmente se dirige hacia un objetivo; en el segundo, visto retrospectivamente, parecería que hubiese existido también una intención equivalente, que igualmente ha logrado el mismo tipo de objetivo.
El término de Teleonomía se origina en la Biología; por vez primera tomé contacto con él, al conocer en 1972 “El Azar y La Necesidad”, de Jacques Monod. Por otra parte, cuando hablamos de Impostura, no estamos haciendo explícito el origen de tal impostura —Teleonómico o Teleológico — pero en cambio la semántica nos impulsa a pensar que el sentido del término Impostura, es primariamente teleológico. Por tanto, para establecer una diferencia utilizaremos la expresión “Impostura Teleonómica”. Queremos así significar, que es un acto que se inicia de manera espontánea, no intencional, y que luego se desarrolla iterativamente según su propia dinámica.
Nuestro dardo apuntará a preguntarnos, si las Imposturas Teleonómicas están presentes en las explicaciones científicas, en el arte y, especialmente, por los intereses comerciales y crematísticos que se le asocian, en la pintura. Debemos recordar que ya en 1996, y en el ámbito académico de la epistemología y de la teoría social, el físico norteamericano Alan Sokal con una ingeniosa operación encubierta develó una impostura postmoderna, que promocionada por la prestigiosa revista “Social Text”, dominaba en ese medio cultural. Esto sucede cuando el editor de la revista —dado el prestigio del autor y su posición coincidente y favorable—, decide no someter al proceso normal y obligatorio de arbitraje, un artículo absolutamente disparatado, que sobre la influencia de la Física Cuántica en la Construcción Social de la Realidad, había sido enviado por el mismo Sokal. Al año siguiente, y en referencia a las vanguardias de la intelectualidad postmoderna francesa, Sokal extendió sus críticas en un libro que denominó “Imposturas Intelectuales”. Respecto a imposturas artísticas, tenemos información acerca de la existencia de un trabajo titulado “Identidades idiosincráticas” cuyo autor Donald Kuspit, aborda numerosos aspectos de este tema, tan interesante y poco difundido.
Pensando en la pintura, proponemos una ficción novelada a manera de hipótesis y/o conjetura. A comienzo del siglo XX finales del 1906, Pablo Ruiz, joven talento superdotado para la pintura y para las artes en general, luego de varios años de esfuerzos y esperanzas, con sus tempranas creaciones en azul y rosa, no había logrado convencer a la élite dominante en la pintura francesa del momento. Se siente deprimido por una parte y contrariado por la otra. En estas circunstancias, galvanizado por la ordalía iconoclasta y librepensadora de los años iniciales del siglo XX europeo, decide de manera abrupta cambiar radicalmente y pasa a experimentar en la búsqueda de formas nuevas de ruptura, que en diferentes ámbitos y de manera genérica, algunos artistas y pensadores de frontera — Nietzsche / Cezanne — ya venían anunciando. Con un cierto énfasis en la rotación de ángulos, semejanzas con la pintura del antiguo Egipto y reminiscencias de máscaras africanas, ensaya trazos geométricos similares a triángulos y cubos, para finalmente crear, en 1907, unas figuras femeninas, extrañas y deformes, que simbólicamente titula “Las Señoritas de Avignon”. Otro artista, George Braque, desde ese momento también transita un camino similar y equivalente.
Al principio, las nuevas formas no son bien aceptadas, pero posteriormente, dado el apoyo de algunos intelectuales franceses y en la medida que coincidencial y paralelamente se divulgaba el aporte científico de Einstein, ya para 1920 se había logrado consolidar una nueva escuela pictórica denominada Cubismo. Piccaso, sin apartarse demasiado de su intento original, sigue experimentando nuevas formas de expresión, y es en 1937 con “Guernica”, por su asociación y resonancia ética, ideológica y política, el momento preciso que representa un punto de inflexión en su trayectoria y fama. Ya no ejerce uno de sus oficios de sobrevivencia, el de ilustrador, y a partir de ese momento la crítica considera su nombre en un nivel superior al de Braque y a todos los demás artistas de su época. Posterior a 1907, con ese gesto libertario, y la ruptura epistémica que significó Einstein, los artistas de la llamada vanguardia se sienten plenamente validados, desarrollando por cuenta propia, estilos cada vez más sorprendentemente abstractos y fantásticos, que dentro de la vertiginosa espiral competitiva de ese mercado, generan hitos de estupor y frenesí, tanto en el arte en general como en la plástica en particular.
Ni Picasso, ni ningún artista, pueden ser tildados a priori como faltos de autenticidad, pero toda la pintura llamada moderna, podría ser considerada como una gran impostura teleonómica. Nótese el caso de Frida Khalo, absolutamente auténtica en su vida apasionada y en su simbolismo pictórico. Hasta hace unos pocos años su pintura no era ni reconocida ni valorada. Hoy, casi cincuenta años después de su muerte, sin ninguna intención ni gesto de su parte, ha sido transformada por la acción de medios masivos y normados; primero como prerrequisito absolutamente necesario, en un personaje misterioso y enigmático, y luego, una vez que ya ha sido consolidada como tal personaje, es promocionada como la más destacada pintora americana de estos tiempos. Por haber sido militante socialista y compañera de Diego Rivera, su pintura, sin haber sido entonces suficientemente valorada, en cambio siempre fue muy conocida. Es decir, que no fue descubierta recientemente, encerrada en un viejo y húmedo sótano campesino; bajo estas circunstancias, habría que preguntarse con malicia ¿Qué tiene ahora su pintura que no lo hubiese tenido antes?
Para analizar la complejidad de las Imposturas Teleonómicas, tanto en el arte como en la ciencia, vamos a proponer tres conceptos: Valor Arbitrado, Valor Intrínseco y Valor Social y/o Valor Histórico (Bisontes rupestres de Altamira). En el ejemplo de Sokal, el Valor Arbitrado, supuestamente otorgado de manera directa por el editor de la revista, fue muy alto; el Valor Intrínseco, como lo denunció su propio autor, era negativo y el Valor Social, implícitamente asignado por publicarse en la propia revista “Social Text”, muy relevante. En el caso del arte en general y de la pintura en particular, el Valor Social está dado por el precio, ad hoc, que coleccionistas e interesados, en subastas públicas, le otorgan a la obra. El Valor Arbitrado viene generado por los juicios — en especial, sugeridos y/o esotéricos — que emiten los críticos y los medios de información, difusión y publicidad. El Valor Intrínseco, aunque en principio pudiese parecer un concepto metafísico, constituye un reto alternativo para la medición científica. Será necesario encontrar y diseñar índices operacionales para su estimación.
Al igual que para los hallazgos y explicaciones teóricas, en las disciplinas propias de la Ciencias Sociales hemos propuesto el término de “Aproximaciones Convergentes”, como un medio para avanzar en esa vía. Significamos acopiar, interdisciplinariamente, indicios de distintos ámbitos, transformarlos en indicadores y mediante un análisis estadístico y/o epistémico, dotarles de coherencia y sentido. Podemos adelantar que en las Ciencias Básicas y Tecnológicas, las discrepancias entre Valor Arbitrado y Valor Intrínseco son mínimas y se disuelven rápidamente en el tiempo. Las discrepancias se incrementan en las Ciencias Sociales, no se resuelven con facilidad y perduran en el tiempo. En el arte, estas discrepancias, si pudiesen ser establecidas, podrían ser mayores que en las Ciencias Sociales. En ese sentido la confluencia e identificación que, mediante la acción de las campañas publicitarias se trata de lograr entre el Valor Arbitrado y Valor Social, históricamente han hecho aparecer como inútil, no solo la necesidad de estimar un Valor Intrínseco, sino consecuentemente la pertinencia misma del concepto.
La no existencia de discrepancias entre el Valor Intrínseco y el Valor Arbitrado en el campo de las Matemáticas y de las Ciencias Básicas y Tecnológicas, nos ha inducido a pensar y aceptar pasivamente como una verdad lógica, que la opinión de árbitros supuestamente neutrales y objetivos, con un manejo privilegiado de códigos y claves, constituye sin mayores prevenciones, una estimación centrada y verosímil del Valor Intrínseco en las obras de arte. Este acondicionamiento puede ser develado como el origen directo de las grandes imposturas teleonómicas, que al haberse introyectado con tal fuerza en nuestro subconsciente, señalan como herejes y/o ignorantes a todos aquellos seres normales y domésticos, que prescindiendo de ese conocimiento hermético y exquisito, se atrevan a expresar aunque sea una pequeña y razonable sombra de duda.

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