jueves, 13 de mayo de 2010

Cendes. Historias. 1961/1991

La entrevista con Héctor Silva Michelena (El Nacional, 24/02/2008) me hizo recordar y remover nuestro tiempo de estudiantes en el Cendes (1961/1963), cuando compartimos muchas tareas y responsabilidades en ese primer curso de Planificación. Más que comentarios, las brumas nebulosas de la memoria transmutan estas notas en anécdotas. Nos ofrece un cierto encanto y nostalgia el poder reconstruir parte de esa época, que ahora con total autoridad ya nos permite comprender y lamentar, que nunca más volverá.

El proceso para preparar y ejecutar ese primer ingreso al postgrado del Cendes, Agosto de 1961, resultó un acontecimiento inédito nunca antes visto en el país. Concurso de oposición. Avisos promocionales. Pruebas psicométricas. Valoración ponderada de experiencias profesionales. Entrevistas de selección. Dedicación exclusiva al curso. Becas/Sueldos de nivel profesoral. Bonos extras según tamaño del grupo familiar. De doscientos aspirantes postulados, finalmente quedan veinticinco seleccionados.

Las pruebas psicométricas de inteligencia presentan algunos resultados sorprendentes, demasiado extraordinarios, muy por encima de los promedios nacionales hasta ese momento registrados. Para la población profesional universitaria, la Comisión de Administración Pública había ya calculado y manejado normas tipificadas, con un promedio aritmético de 50 puntos y una desviación típica de 12 puntos. Con estos parámetros, tres desviaciones por encima del promedio: (50+36) = 86 puntos -- como se trataba de una población especial más calificada -- se correspondería con un Coeficiente Intelectual (I.Q.) muy por encima de los 145 puntos. Humberto Febres (89 puntos), político enigmático y solitario, obtuvo el más alto puntaje en la prueba, superando ampliamente la cifra tope de 85 puntos, que hasta el momento y en toda la población profesional universitaria, había sido el máximo valor alcanzado. Luis Penzini Fleury (87 puntos), había estudiado en Estados Unidos, se presume que tenía algún tipo de experiencia y facilidad para manejar test psicométricos. No llegó a inscribirse. Mario Testa (85 puntos), médico, resultó al final del postgrado con el mejor promedio del curso. John Stone Reverón (84 puntos), joven, independiente e individualista, obtuvo el mejor promedio en los cursos de Cálculo, Álgebra, Econometría y Programación Lineal. Helios Martín Silvestre (83 puntos), aclamado cariñosa y paradójicamente como la vieja, Ingeniero Agrónomo que se destaca en las materias cuantitativas y de carácter económico. Susana Vogeler (81 puntos), inteligente, entusiasta, amable y estudiosa. Clemente Chirinos (80 puntos), considerado como el alumno más destacado y de mejor experiencia académica, ya que recientemente se había graduado de ingeniero en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). Héctor Silva Michelena (78 puntos), poeta erudito e intelectual militante de la izquierda marxista. Leonardo Montiel Ortega (76 puntos), líder político y ya experto petrolero, siempre argumentando y en polémicas con Jorge Ahumada, Director del Cendes. Guillermo Domínguez Blunck (75 puntos), lector de Camus, Borges y Octavio Paz, obtuvo los mejores promedios en las asignaturas de carácter económico. Marcos Negron (74 puntos), callado y observador. Juanita Brunlick (73 puntos), no se hacía sentir. Así todos los demás.

Con la clase inaugural, el curso se inicia de manera entusiasta, acelerada. Allí se ofrecen dos promesas que posteriormente resultan muy lejos de la realidad. (a) Otorgar el título de doctor y (b) En 15 años ser líderes y dirigentes del país. Después de mucho negociar, veinte años más tarde en 1981, luego de haber escrito en el año 1966 una tesis sólida de gran complejidad y envergadura, la universidad accedió a otorgarme el título de magíster. Ninguno de nosotros, con la única y solitaria experiencia de Maritza Izaguirre Porras, alcanzó el cargo de Ministro o Equivalente. Posiblemente, la temprana, dolorosa y desafortunada muerte de Jorge Ahumada, tuvo alguna relación de causa/efecto. Igualmente, supongo, una larga toma e intervención, que por causas totalmente infundadas e injustas sufrió la institución entre 1968 y 1973. María de las Mercedes González Molinos, María Esperanza Ruesta, Márquez Muñoz Tebar, Pedro Burguillos y Pedro Hernández, solo pudieron acompañarnos por unos cortos meses. Años más tarde he recordado y lamentado esas ausencias, que hubiesen aportado gran riqueza y calidez a nuestros talleres y seminarios.

Mario Testa, Clemente Chirinos y Susana Vogeler, por la madurez de carácter, espíritu de colaboración y dedicación al estudio, rápidamente se convierten en los líderes académicos del grupo. Según Leonardo, eran los alumnos favoritos del director. Por otra parte, Helios Silvestre, Guillermo Domínguez y mi persona, conformábamos un trío generacional, un tanto alegre y despreocupado, que por nuestra juventud contrastábamos con la mayoría, formales y bien vestidos, a los cuales veíamos como jurásicos: Antonio José Olaizola Córdova, J.R. Guerrero, José Antonio Rangel, Jesús Salvador Erminy, Márquez Muñoz Tebar, Humberto Febres, Mario Testa, Miguel Morreo, Pedro Burguillos y Héctor Silva.

Cuando Amanda, viajaba a Panamá a visitar su familia, yo, con el pretexto de estudiar y repasar algún tema y/o materia, le imponía a mis compañeros la obligación de invitarme para almorzar en sus casas. Recuerdo las más exquisitas opciones: Mario Testa (Higadillos del pollo al vino). Lucía Pinedo Bridge (Polvorosa mantuana de pollo), Maritza Izaguirre (Filet de Mero en salsa de limón). Susana Vogeler (Ensalada Mediterránea), Guillermo Domínguez (Pabellón criollo a la cubana). Me resta un recuerdo para Doña Soledad Díaz De Rekarte de Lartitegui, siempre amable y colaboradora.

En Abril de 1963, mi amigo el Rector Francisco de Venanzi, me ofreció que al finalizar el curso me encargase de la Dirección de Planificación de la Universidad Central de Venezuela. El Dr. Jorge Ahumada le convenció, dada mi juventud y posibilidades, era más conveniente para mi futuro profesional continuar con mi formación académica. El Cendes, en conjunto con la Fundación Ford que en ese momento financiaba el proyecto llamado Conflicto y Consenso, se comprometieron a enviarme por dos años al Instituto Tecnológico de Massachussets. Acepté la propuesta y decidí estudiar Estadística. Sin conocer el inglés y sin haber completado los exámenes finales, viajé de manera inmediata y directa a Boston. Daniel Lerner, Profesor del Cendes y Decano de Ciencias Políticas en MIT, me aceptó sin cumplir ningún tipo de prerrequisitos, para que ingresara al primer semestre con el status de estudiante especial. Dependiendo de mi rendimiento académico pasaría a ser aspirante regular en una Maestría. Definitivamente y sin haber aprendido el inglés, aprobé de manera brillante todos los cursos de Estadística y Modelos Matemáticos de ambos semestres. Sin embargo, no pude llegar a un acuerdo con el tutor de la tesis, ya que éste insistía en un tema por el cual yo no tenía ningún tipo de interés. Decidí no aceptar la tentadora oferta del Departamento, para contratarme como investigador, residir en Cambridge, viajar a Caracas para un estudio de campo y financiarme la tesis. Regresé al país.
Sin yo saber, ni sospechar absolutamente nada, había tomado una decisión muy acertada y afortunada, pues me salvó de ser acusado y/o confundido con un agente de la tristemente famosa CIA. Tres años más tarde fue descubierto un gran escándalo político y académico, que afectaba directamente al Departamento de Ciencias Políticas del MIT, a muchos de los profesores y en particular a mi director de tesis. Resultó ser que la CIA había logrado infiltrarse en tres famosas universidades norteamericanas, e inducirles mediante promoción de financiamiento con ciertas fundaciones, a diseñar y elaborar tres estudios sociológicos de espionaje e información, que fueron conocidos con los nombres de Simpático (Irán), Camelot (Chile) y Conflicto y Consenso (Venezuela). En esa dirección, y de allí su insistencia, el tutor quería que mi tesis fuera un estudio complementario y con mayor profundidad, sobre una muestra de líderes estudiantiles universitarios que ya habían sido previamente entrevistados por el Cendes dentro del estudio de Conflicto y Consenso. Por la escasa confiabilidad de las mediciones que se utilizan, como científico nunca he tenido interés en los trabajos empíricos de investigación que impliquen mediciones Lickert y/o estudios de opinión, y nunca me he sentido motivado para realizar ese tipo de investigaciones de campo, que culminan en cuanto al análisis estadístico de la información, con el simple cálculo de promedios y de porcentajes. Me resultaba decepcionante, luego de haber aprobado asignaturas que estaban incluidas en programas a nivel de doctorado, escribir una tesis donde sólo se utilizarían promedios y porcentajes. Mi aspiración y al mismo tiempo posible limitación, por el problema del manejo del idioma, consistía en preparar una tesis teórica de carácter formal y cuantitativo.

Como consecuencia de estos oscuros acontecimientos, de manera particular en mi caso, no puede culminar mi maestría en el MIT, y de manera general y pública el Cendes -- acusado injustamente de haber sido un instrumento cómplice de la CIA -- fue tomado por un grupo de estudiantes comunistas de la Facultad de Economía, comandados por el Profesor Rodolfo Quintero. Posteriormente, el instituto fue intervenido por el Consejo Universitario, situación que duró hasta 1973. Desde 1964 fui profesor de la maestría y luego continué en el doctorado hasta el año 1991.

Quiero finalizar estas remembranzas con una mención emocionada para el siempre bien dispuesto Alberto, quien por más de cuarenta años estuvo en su puesto de máquinas, cuidando nuestras cuevas del Sótano 4. La última vez que lo vi, me recordó que yo siempre me encontraba en competencia con Leonardo para ver quien terminaba y entregaba de primero en los exámenes. Ello no era estrictamente cierto, en los exámenes de economía y matemáticas nos tomábamos todo el tiempo que fuese necesario, en cambio, en otro tipo de asignaturas de carácter más verbal y/o social, por alguna cualidad en común; audacia, síntesis o simplemente poco interés y/o conocimiento, en general despachamos rápidamente los exámenes en menos de media hora. Alberto que siempre andaba merodeando, en estos casos se extrañaba y sonreía pícaramente, nos sugería que mientras el resto terminaba, fuésemos a tomar un café. Así eran las cosas.