martes, 2 de febrero de 2010

DESARROLLO ARTESANAL SUSTENTABLE vs. LUJO ARTEFACTUAL INSOPORTABLE (01/2000)

Recientemente hemos leído un comentario del escritor Mario Vargas Llosa en relación al libro titulado "Desarrollo como libertad", del economista Amartya Sen. Siendo aquél un literato, no por ello deja de captar lo genérico del mensaje transmitido. Conviene sin embargo hacer algunas precisiones; dice el novelista: "Con argumentos apoyados en cifras y evaluaciones que somete a rigurosa criba científica, el libro es una severísima abjuración de la idea universalmente inculcada por los economistas, de que el desarrollo o la modernidad de un país debe medirse por sus niveles de ingreso, su producto bruto, el número y la variedad de sus industrias". Desde hace más de treinta años, con la aparición de " lo pequeño es hermoso" de Schumacher, en su crítica al sistema económico industrial, venía ya prefigurada una protoidea, que en este caso ha sido argumentada de manera más sistemática por el prestigioso economista hindú. En cualquier caso, se debe diferenciar entre países avanzados industriales y países atrasados pobres. Para un país industrializado, el desarrollo y/o la modernidad puede medirse por un promedio económico, siendo el Ingreso Per Cápita lo más usual. Desde 1974 hemos cuestionado este indicador, especialmente para países pobres con productos no formalizados financieramente, tal como fue reconocido años más tarde en el cómputo del producto económico estimado para la China Socialista. Ese tipo de indicador, basado en promedios aritméticos, oculta y disimula una distribución injusta y regresiva de la riqueza —Juan se come un pollo y su hermano Pedro ayuna, en promedio cada uno cenó medio pollo—.En esa oportunidad propusimos utilizar la mediana de la distribución o mejor aún, el índice de Gini. No obstante, no se puede dudar de que los países industriales, independientemente de la iniquidad en su distribución de ingresos, son países modernos y avanzados tecnológicamente.
La idea de Sen es otra. Según expresa, no es el progreso económico el que abre las posibilidades de una sociedad a la libertad, sino que es esta libertad la que genera apoyos sólidos y estables para el bienestar colectivo, conformándose todo ese proceso sobre un fulcro de justicia y equidad, que involucra a la totalidad de los ciudadanos. Analíticamente, consideramos que la idea pierde fuerza si se supone una causalidad lineal en lugar de una circularidad, conforme a la conocida idea de Myrdal. Existe algo más, y al comprender esa complejidad se expresa lo que hemos denominado como el misterio del desarrollo tecnológicamente equilibrado. Este misterio radica en el hecho de que al conformarse el desarrollo como un proceso, no existe de manera natural y predeterminada una y única direccionalidad causal entre los factores, sino que ésta se constituye de una manera similar a la forma en que se ha intentado operacionalizar una versión moderna de lo que se ha llamado la tercera vía. En 1974 al estudiar el uso de los modelos en planificación, establecimos el concepto de Cierre de Autonomía. Explicábamos que un modelo descriptivo al presentar un conjunto de variables interrelacionadas en un corte transversal del tiempo, supone una secuencia entre esas variables, en el sentido de que los valores de algunas de ellas son explicados por los valores alcanzados en otras, pero se advertía que en las Ciencias Sociales no es común lograr este tipo de jerarquía, ya que todas las variables se influyen mutuamente entre sí; sin embargo, para operacionalizar una acción sería necesario, de una manera heurística, asumir una dirección en la causalidad, pero admitiendo previamente la existencia de un cierto cierre de autonomía entre los factores, de forma tal que, más allá de ciertos márgenes de incremento sobre los valores promedios de una variable, la direccionalidad asumida heurísticamente en la relación causa/efecto dejaría de ser válida.
Justicia, Equidad, Simetría, Libertad, Trabajo, Empleo, Producción e Ingreso, son los principales factores que conforman una estructura social, fuerte y complejamente entrelazada como si se tratase de un nudo bien apretado. Por experiencia cotidiana sabemos que para desatarlo hay que hacerlo iterativamente y en fases sucesivas, debiéndose lograr en cada fase, una pequeña holgura en todos y cada uno de los componentes, ya que al forzar uno solo de ellos, el nudo se hará más intrincado. Así, la crítica presentada al crecimiento económico como factor primario y unilateral, aunque correcta es incompleta, porque la misma crítica podría hacerse si se quisiera privilegiar cualquier otro factor en particular, por ejemplo la libertad. Utilizando obstinadamente abundantes recursos en una sola dirección, se pudiese alcanzar un cierto nivel, pero ello sería puntual superficialmente y sólo en apariencia, por un corto período de tiempo, sin poder mantener un avance sostenido y estable en la totalidad de los factores.
En otra escala, propongamos un ejemplo: El Centro Comercial San Ignacio como proyecto futurista y de lujo es comparable con sus similares de París, Roma, Quebec y Atlanta, pero al mismo tiempo, por los precios que implicará su funcionamiento productivo como negocio eficiente y por los altos costo del mantenimiento físico y ambiental del mismo, difícilmente será soportado por una comunidad urbana con el 82% de sus habitantes en situación de pobreza y sólo un 7% con medios económicos holgados. Más temprano que tarde, casi como un virus biológico, se presentará un deterioro que lo llevará a conformar un collage, como en la actualidad sucede con la mayoría de este tipo de espacios. Una situación equivalente ya se está presentando con el Metro de Caracas y en general con obras de ingeniería de gran envergadura, que en su tiempo estaban en la frontera de su entorno tecnológico, como lo fueron La Autopista Caracas/La Guaira, El Teleférico/Hotel Humboldt, El Hipódromo La Rinconada, La Universidad Central de Venezuela y el Complejo Cultural Teresa Carreño. La Represa del Gurí, por la acción depredadora y deforestadora de los garimpeiros, podría ser el próximo y más desafortunado ejemplo. Mención especial merecen las Plantas Siderúrgicas de Guayana, ya que en los casos anteriores, el deterioro de las obras sólo mermaría la calidad del servicio prestado, pero en éstas y otras industrias similares, como producto de la corrupción y el deterioro, su continuidad de funcionamiento ha implicado grandes pérdidas económicas que han obligado a un subsidio estatal permanente.
Las múltiples y variadas manifestaciones de este tipo de lujo, inorgánico, artefactual y desarticulado de su contexto social, además de ser enclaves exóticos, constituyen verdaderos espejismos tecnológicos y pueden explicar el por qué, en los países subdesarrollados han fracasado iniciativas que han sido exitosas en países industriales con estructuras sociales estables. De manera simple; no se pueden comprar o transplantar soluciones sociales y/o económicas y/o tecnológicas como si fuesen recetas de cocina. Existe una analogía explicativa en la metodología científica, consiste en comprender que el concepto estadístico de Asociación y/o Correlación es diferente al concepto epistémico de Causa/Efecto. Ejemplo; hace algún tiempo se encontró que existía una asociación estadística entre el rendimiento de los niños y el número de libros que poseía la familia, un padre con medios de fortuna y un hijo en problemas, decidió comprar toda una biblioteca, lógicamente el joven fracasó en los exámenes. En este mismo orden de ideas, Venezuela en 1975 vivió un momento delirante con sus ingresos petroleros, en esa oportunidad a un grupo osado y ambicioso, sin ninguna formación científica y epistémica, se les ocurrió interesadamente para obtener beneficios personales, que cualquier gasto en bienes de capital por el simple nominalismo de llamarlo inversión, generaría un retorno equivalente a industrias bien establecidas del exterior, ignorándose inclusive que por el sólo hecho de que pudieran llegar a ser proyectos exitosos, modificarían los parámetros previos del mercado. Se asumió que los recursos petroleros podían ser usados de manera espontánea, como si tratase de un gasto de consumo, ello sin haber construido ni desarrollado una infraestructura física, institucional y de recursos humanos. El resultado financiero de ese desastre fue llamado Efecto Venezuela por Pérez Alfonzo, y aún estamos pagando la deuda externa que allí se generó.
Esto nos lleva a proponer y/o destacar un concepto básico para comprender lo que significa el desarrollo de un país. Consiste en asimilar que el desarrollo, en su más íntima esencia es un proceso y no es un hito, que el bienestar que se asociaría a ese proceso colectivo del desarrollo, se podría alcanzar —a partir de cualquier punto de inicio— por el simple hecho de moverse armónica y equilibradamente hacia adelante y no por la circunstancia de esperar llegar a un estrato determinado del nivel de ingreso. Por ello, como proceso dinámico que es, el desarrollo no consiste en alcanzar instrumentalmente y de cualquier manera, un estadio económico o un nivel tecnológico, aunque ello pudiese parecer de esa manera, cuando teleonómicamente se ha logrado una cierta consolidación y se mira retrospectivamente. Hemos insistido en esta idea clave, compatible con las terceras vías, pero por más que lo hemos hecho reiteradamente público y explícito, por su propia complejidad como idea y por alguna otra oscura razón, esta idea clave ha permanecido hasta ahora hermética, secreta y esotérica. En la actual administración, de manera global esta concepción se puede reflejar en el Plan Bolívar 2000. Las Microempresas, la Agricultura y la Educación Técnica implantada en el interior del país. Respecto al Eje Orinoco/Apure, si y sólo si, éste se desarrollase sin forzar ecológicamente el proceso y de una manera pertinente y prudente en relación al verdadero nivel de nuestra realidad tecnológica, estaríamos apuntando y moviéndonos hacia una dirección aceptable y/o promisoria, de lo contrario habrá sido un enclave más, que tarde o temprano terminaría siendo devorado por el húmedo tremedal del sur.
Se ha dicho que la divinidad perdona siempre, el hombre a veces, pero la naturaleza nunca. Es necesario aprender la lección. Sólo una pequeña elite financiera puede pagar por un entorno tecnológico que los lleve a sentirse aparentemente seguros y confiados, pero en la medida en que se han venido contrariando arcanos principios de la evolución y han aparecido formas sociales vacías y postmodernas de vivir —la respuesta ecológica o psicológica— siempre será devastadora y nos involucrará a todos sin distinción. Gaia más que una simbología, deberá ser una enseñanza.

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