martes, 29 de diciembre de 2009

Órdenes y Condecoraciones Universitarias. Conceptos e Historias.

1. Se motivan estos comentarios y así lo escribo, porque desde mi ya lejana juventud universitaria, como profesor en la Universidad Central de Venezuela, fue un tema que siempre me llamó la atención y en cierta forma me incomodaba. Por una parte aspiraba a recibir esas distinciones --especialmente la Orden José Maria Vargas-- pero pasaba el tiempo y no se me otorgaba. Por otra parte percibía en el otorgamiento de las mismas una cierta asimetría e influencia sesgadamente de carácter político, que en mí condición académica y en el ambiente ideólogizado y pugnaz de la Facultad de Humanidades y Educación --durante la década del sesenta soporté varias protestas estudiantiles, que no eran espontáneas sino direccionalizadas-- trataba de obviar y/o de ignorar. No poseía las habilidades, competencias y relaciones personales para manejar o neutralizar esas influencias. Debo aclarar y/o advertir que ahora a esta altura de mi vida, ya no estoy interesado en nada de ello.


2. El otorgamiento de distinciones debería tener como propósito reconocer y destacar la excelencia. En general deben considerarse méritos de diversas índoles: políticos y/o ciudadanos, administrativos y/o laborales. En el caso de las órdenes universitarias muy especialmente los méritos científicos y/o académicos. Inicie mi carrera académica y científica, en 1960, durante ese lapso se me otorgaron tres condecoraciones: (1) “José Maria Vargas” (1976), en Tercera Clase. (2) “Francisco de Miranda” (1976) en Segunda Clase, (3) “27 de Septiembre” (1997) en Segunda Clase. Paradójicamente, sólo en el caso de la Orden Francisco de Miranda --que no es una orden universitaria-- puedo decir que su otorgamiento fue debido principalmente a méritos científicos y/o académicos. En los otros dos casos, que precisamente son órdenes universitarias, el otorgamiento fue motivado por una mixtura entre lo administrativo y lo académico, pero predominando más lo administrativo que lo académico.


3. Cuando finalmente en 1976 recibí la Orden José Maria Vargas en tercera clase, ya tenía los méritos y requisitos suficientes para recibirla en una categoría superior: (a) Dos Licenciaturas (Psicología UCV / Filosofía y Letras Madrid). (b) Dos Postgrados (Planificación CENDES / Estadística MIT). (c) Dos Doctorados (Filosofía y Letras Madrid / Ciencias UCV). (d) Profesor en la categoría académica de Asociado. (e) Fundador y Profesor del Postgrado en Metodología. (UCV). (f) Investigador principal del Estudio de Caracas. (UCV/1967). (g) Premio Mejor Tesis Doctoral Hispanoamericana (Instituto de Cultura Hispana). (h) Publicaciones en las revistas: Cuadernos del CENDES. Universalia. Universitas 2000. Revista de Psicología. (i) Miembro Académico de la Comisión de Estudio del Rendimiento Estudiantil del Consejo Universitario (UCV / CUCERE/1965--1970). (j) Asesor Consultor. (OPSU). (k) Fundador e iniciador del Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho. (Cordiplan).


4. Aunque no estaba conforme y satisfecho, en un acto de humildad un tanto forzado, decidí aceptarla en esa Tercera Clase. Fue un hecho desafortunado, ya que dos meses más tarde, la Orden fue otorgada en Primera Clase --políticamente y sin ninguna justificación-- a un grupo de Decanos recién electos, la mayoría de ellos con muy escasos méritos académicos y/o científicos. Recuerdo especialmente un caso, con un título equivalente a una Licenciatura y en el primer rango del escalafón académico con la categoría de Profesor Asistente. Paradójicamente --en teoría y sin artilugios leguleyos-- la ley exigía y exige para ser Decano, el máximo título de Doctor, asumiendo adicionalmente con ese título una categoría de Profesor Asociado o Profesor Titular. Obviamente en el otorgamiento de condecoraciones universitarias, debería privar el criterio académico y/o científico y no el político y/o administrativo, perversamente no fue así. Un destacado profesor, académico y científico de reconocido prestigio de la Facultad de Medicina, el Doctor Humberto García Arocha, de manera pública y honorable, como protesta por ese absurdo e inverosímil otorgamiento, que violentaba las más elementales tradiciones académicas, procedió a devolver y a renunciar a la condecoración.


5. Doce años más tarde la Facultad de Humanidades y Educación decidió postular en Primera Clase, a todos aquellos Profesores Titulares que adicionalmente hubiesen obtenido un título de doctor. La profesora Isabel González de Bracho amablemente me comunico la iniciativa del Concejo. Decidí no aceptar la postulación, en comunicación muy respetuosa y conceptual, expresaba que ese Consejo actuaba correctamente, pero que en mi caso, consideraba que ese reconocimientote me llegaba tarde. Afirmaba que los premios, condecoraciones y honores hay que recibirlos en el momento oportuno y según méritos bien establecidos, de lo contrario su otorgamiento pudiera convertirse en una comedia o utilizarse como una maniobra oportunista de carácter político. Estos reconocimientos académicos de cierta manera representan una promoción, por ello ---perversamente-- no conviene políticamente otorgarlos a aquellos profesores que previsiblemente en un futuro, pudiesen adversar y/o competir con el poder establecido.


6. La Orden Francisco de Miranda --aunque probablemente se trataba de una compensación--, considero que la recibí merecidamente por méritos académicos y/o científicos. Habría estado más complacido si se me hubiese otorgado en Primera Clase, pero posiblemente para ello habría sino necesario un mínimo de cercanía personal y/o familiar con el partido en ese momento gobernante. No era el caso. Debo y quiero agradecer la postulación correspondiente, en mi caso absolutamente necesario por su carácter discrecional, a la generosidad y sentido de justicia de la profesora Ruth Lerner de Almea, en ese momento (1976) Presidenta de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho. Esta es la historia. A mediados del mes de Junio de 1974, por mi condición de experto en Estadística, Medición y Psicometría fui contactado por un amigo funcionario de Cordiplan, el economista Dr. Guillermo Domínguez con quien en 1961, había coincidido y estudiado durante el primer curso de planificación del CENDES. Con el apoyo gerencial, administrativo e institucional de altos funcionarios de Cordiplan: Dr. Gumersindo Rodríguez (Ministro). Dr. Guillermo Domínguez (Director de Proyectos). Dra. Elizabeth Caldera (Directora de Planificación Social). Dra. Marta Ramos (Directora de Cooperación Técnica). Dra. Joscelyn Henríquez (Directora de Relaciones Educativas), en tan sólo dos meses del período vacacional --julio y agosto-- pude diseñar, implementar, iniciar y poner en marcha el Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho. Unas semanas antes de que viajase al exterior el primer contingente de becarios, salimos repentinamente del programa. Sería nombrado, en propiedad, un Secretario Ejecutivo cercano a las esferas del poder. Me hubiese gustado seguir participando en tan hermoso proyecto, que en sólo dos meses y de manera muy eficaz habíamos logrado poner en ejecución. Al mismo tiempo tenía plena conciencia de que esa fantasía, políticamente no era posible. Por su naturaleza, el Programa de Becas estaba pronto destinado a convertirse en un núcleo radiante de poder e influencia y por esta razón era necesario y urgente manejarlo y controlarlo. Afortunadamente para mí, por una vocación superior académica hacia el estudio y el conocimiento, podía regresar con entusiasmo y placer a los claustros universitarios, obviando en mi ánimo y memoria está acida, pero previsible coyuntura, diluyendo de esta manera, unas extrañas e incomodas circunstancias profesionales y personales.


7. Para la implementación, logística y supervisión del Proyecto había contado con la entusiasta colaboración de un grupo de amigos, profesores y/o colegas de la Universidad Central de Venezuela (Constancio de Castro Aguirre. Antonio de la Rosa Rodríguez. Alfonzo Pirela Montezuma. Gianfranco Incerpi Biaggini. Manuel Garabito Abejorro) y en trabajo de base a mis alumnos de la Escuela de Psicología (Gisela Pinedo. Zulay Díaz. Pablo Ruiz. Carlos Díaz), quienes --temporalmente sin remuneración-- en grupos de diez estudiantes, laboraban, inclusive los sábados, en tres turnos diarios. Adicionalmente --para diseñar y preparar un programa electrónico, necesario para correr el modelo matemático de selección de becarios--obtuve la valiosa competencia técnica en computación de la Dra. Rebecca Whitefield a quien había conocido en 1964 cuando estudiaba Estadística en Boston. Como sede para el funcionamiento del proyecto, por mediación del Dr. Luken Quintana Urrutia de la Escuela Nacional de Administración Pública, pude disponer en ese período vacacional, de los espacios de una quinta llamada La Pedrera, situada en la urbanización El Bosque cerca de una de las entradas sur del Country Club, donde regularmente como profesor dictaba cursos de postgrado en Estadística y en Planificación Estratégica. Para mantener informado, en su carácter de Presidente de la junta Directiva, al Ministro Rodríguez, me reunía los viernes en horas de la noche con el Secretario Ejecutivo Dr. Guillermo Domínguez, lo hacíamos en compañía de Incerpi, De la Rosa y Abejorro, cenando pizzas al final de la jornada laboral, en un restaurante cercano llamado El Papagallo. Corrimos el modelo matemático en la computadora de la Sede Central de Cordiplan en el llamado Palacio Blanco. Sobre los datos registrados de quince mil aspirantes, junto con Rebeca Whitefield trabajamos durante todo un día, recuerdo que llovía durante la noche y sólo en horas de la madrugada pudimos concluir. Más tarde en la mañana, para disfrutar de unas cortas vacaciones con mi familia, debía viajar al exterior. Los resultados, plasmados en numerosos formatos de computación, fueron entregados al día siguiente al Dr. Guillermo Domínguez, quien --tratándose de una decisión importante de carácter política que con la anuencia del Ministro Presidente Rodríguez inclusive del Presidente de la República-- procedió a publicar en la prensa nacional el primer listado de becarios que prontamente viajarían al exterior.


8. La profesora Lerner de Almea, tuvo la cortesía de comunicarme personalmente su intención --como Presidenta de la Fundación-- de ofrecerme la postulación correspondiente para recibir la Orden. Destacó en esa oportunidad el aporte de carácter social que había significado para el programa la aplicación del modelo matemático utilizado. Según fuesen las notas en el bachillerato, se favorecía a los aspirantes pertenecientes a los estratos populares, que hubiesen estudiados en liceos públicos y que adicionalmente estaban residenciados en los pueblos del interior del país. Para cada grupo de carreras a estudiar, se corría electrónicamente el modelo, se calculaban estadísticamente los parámetros, y lo valores así obtenido se organizaban en una tabla de doble entrada (3x3), que en conjunto con las nueve celdas representaban las tres dimensiones consideradas (Notas / Liceos Públicos. Colegios Privados / Metrópolis. Ciudad / Pueblo). El modelo desarrollado era una adaptación operacional de un concepto equivalente, que diez años antes habíamos propuesto para aplicarlo en la admisión estudiantil en las universidades nacionales. Con el título de “Cupo Diferencial” lo habíamos publicado en 1967, como artículo científico en la prestigiosa revista Universalia editada y dirigida por el Dr. Francisco De Venanzi y donde colaboraban destacados profesores de esa época, recuerdo especialmente a los doctores Juan David García Bacca, Focion Febres Cordero, Ildefonzo Leal y Raúl García Arocha. El Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, se constituyó en la primera y única oportunidad en la cual este concepto del Cupo Diferencial, pudo llegar a ser aplicado. Actualmente la OPSU aplica el concepto un tanto modificado operacionalmente.


9. La Orden 27 de Septiembre (UNA), la recibí por méritos más administrativos que académicos. Fue otorgada por vez primera en 1997, de manera homogénea en Segunda Clase a todos aquellos profesores que con veinte años de antigüedad en la institución, participamos en 1977 en el inicio de la Universidad. Algunos de nosotros, con carácter de asesores habíamos preparado y elaborado los documentos (Libro Azul / Proyecto Gris) que habían sido enviados al CNU para justificar su creación. El criterio más administrativo que académico se resalta, haciendo notar que dentro de los profesores condecorados se reunían desde Asistentes hasta Titulares, pero que a todos uniformemente se nos había otorgado la Orden en Segunda Clase. La Orden en Primera Clase le fue otorgada al primer rector de la universidad Dr. Miguel Casas Armengol.


10. La Orden Andrés Bello fue muy popular durante la IV República, especialmente en El Instituto Pedagógico de Caracas. No conozco a ningún profesor o docente que actualmente la haya recibido. Ignoro cual haya sido su suerte en la V República. Nunca he sido postulado. Para el año 2010 habré completado cincuenta años de una afortunada, exitosa y brillante carrera académica y científica. En los últimos veinte años, he desarrollado una intensa actividad en el área de la investigación, con publicaciones en revistas arbitradas nacionales e internacionales y divulgación vía prensa nacional e Internet, participando tanto en el ámbito científico de la Estadística y de la Medición, como en el ámbito filosófico de la Epistémica y del Operacionalismo. Consecuentemente desde 1995 soy miembro del Programa de Promoción al Investigador (PPI Nivel III), y entre el año de 1996 y el año 2003, mediante concursos arbitrados, he recibido en la Universidad Nacional Abierta cinco Premios Anuales al Mejor Trabajo de Investigación. A esta altura de la vida y con algunos problemas de salud, ya todo ello puede pertenecer al pasado, pero los conceptos seguirán vigentes. Para las universidades, en el otorgamiento de reconocimientos debe prevalecer como el criterio de mayor relevancia lo académico y/o científico. Lo político generalmente se ha sobreimpuesto. Debemos tener claro y entender de manera definitiva y principista que las ordenes y condecoraciones --a diferencias de los eventos electorales-- no son igualitarias, son jerárquicas y deben ser utilizadas para premiar la excelencia.

11. Actualmente la opinión política en el país está problematizada y polarizada (Reformas constitucionales cuestionables. Ley Electoral sin proporcionalidad. Falso testigo estrella de la Fiscalia. Absurdos jurídicos. Sesgos y perversiones judiciales. Corrupción e impunidad). Independientemente de estas circunstancias, en las universidades hay que promover intelectualmente un funcionamiento académico y simétrico de las instituciones. Desde hace cincuenta años, dentro de mi esfera de acción, este ha sido --lógicamente-- uno de mis empeños, así lo he manifestado de manera evidente y contínua en numerosos ensayos publicados y en comunicaciones enviadas a las instancias competentes. Este ha sido mi estilo --lo intelectual y/o académico por encima de lo político y/o administrativo-- si se quiere mi estrategia: describir, exponer y aclarar --de manera personal e individual-- los hechos. En ningún momento tratar obstinadamente de imponer mis ideas, ya sea por medio de protesta, de la recolección de un conjunto de firmas, o mediante el uso de la fuerza o del poder que por supuesto, aún tratándose de un poder intelectual nunca he poseído. Lo más lejos que como intelectual he llegado tratando de convencer o imponer mis ideas, por ejemplo, es divulgar y participar en esta disyuntiva existencial compuesta por dos opciones: (a) Nada existe después de la muerte (b) Algo existe después de la muerte. Frente a estas dos alternativas metafísicas, contrariando no a Pascal, sino a su consejo en la famosa apuesta, me he anotado en la opción (a) Nada existe después de la muerte. Manejando mi propia y particular versión, haré notar que sólo si pierdo la apuesta podré conocer el resultado, si ganase la apuesta, nunca lo podré saber. Interesante.

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