martes, 29 de diciembre de 2009

Guerra Mundial con Piedras y Palos

Eduardo Galeano es un interesante articulo publicado en nuestra prensa nacional (Junio 5 / 1.999) criticaba la doble moral e inconsistencia de los actores que protagonizaron el reciente conflicto bélico europeo. En esa oportunidad utilizó como referencia analógica, la expresión " la próxima guerra mundial se hará con piedras", frase que atribuyó al sabio Albert Einstein. Hace algunos años tuve la oportunidad de leer otra versión de la anécdota que dio origen al tema, pero ella tenia un sentido distinto, era más compleja y solo en relación a las sofisticadas armas y tecnologías que fueron usadas en los Balcanes, sería parcialmente pertinente.

Ocurrió en la atmósfera ominosa que caracterizaba las relaciones entre los dos superpotencias atómicas de la década de los cincuenta. Cuando un periodista le pregunta al sabio, sobre cuales creía él, que serian las armas a usarse en una tercera guerra mundial, él respondió que no podía dar una respuesta precisa a esa pregunta, pero que con absoluta certeza afirmaba que los ejércitos a enfrentarse en la cuarta guerra mundial, lo harían armados con piedras y palos. No se hizo ninguna referencia al tipo de humanos que tomarían parte en las acciones. Obviamente, alertaba al mundo. De llegarse a generar una tercera guerra mundial, dado el poder masivo de los arsenales atómicos acumulados, la destrucción sería total.

Einstein era un comunicador nato, fueron muchas las frases y expresiones que inventó para reflejar y explicar una visión epistémica de la ciencia y del universo. Considero la más impactante aquella, donde aludiendo, a Planck, Heisenberg, Bohr y otros científicos especialistas en la denominada teoría cuántica de la física moderna y en razón al concepto de incertidumbre y al carácter probabilístico de la misma, argumentó y dijo, según relata el mismo Heisenberg, que se negaba a aceptar que la divinidad pudiese jugar a los dados, la suerte del universo. Bohr le replicó que no era humano prescribirle a la divinidad, como tenía que conducir al mundo. De esta forma elegante y leve expresaba su oposición a la teoría cuántica; pasó el resto de su vida y murió, intentando buscar una solución alternativa.

La maravillosa capacidad hiperbólica del pensamiento humano, me permite concluir que la metáfora utilizada, además de pertinente y acertada es también, por otra parte, muy sugerente. La pasión, al mismo tiempo exacerbada y mística, que embriaga a un jugador, posibilita que un simple mortal, en el fragor de una apuesta, pueda creerse poseído por la divinidad, o más radical aun, creer que forma parte de ella misma y que esas mágicas circunstancias, le harán favorable el resultado final.

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